Las cabañas de la atención

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Te están farmeando

Seguro que lo has notado. Ya no aguantas leyendo como antes, y te descubres desbloqueando el móvil automáticamente sin razón.
Cuando te has querido dar cuenta llevas más de una hora viendo vídeos cortos en cualquier red social. Y en general tu mente está más pastosa.

Diagnóstico: estás siendo objeto de farmeo atencional. 

Si no estás familiarizada con el concepto de farmeo te lo cuento aquí -o le puedes preguntar a cualquier adolescente que juegue videojuegos; te mirarán un poco raro, pero seguro que te lo explican.
Farmeo significa en el mundo videojueguil recolección de elementos que te permiten recuperar energía o mejorar tu estado mediante mecánicas de juego rutinarias y repetitivas. Lo hacen los jugadores cuando necesitan recursos para poder hacer acciones dentro del videojuego.

Y me dirás: «ya, ¿y eso qué tiene que ver con lo de la atención y desbloquear el móvil?». Pues mucho. Siempre y cuando estemos de acuerdo en que la atención es el nuevo petróleo. 

Digamos que las compañías que han puesto en marcha las redes sociales no te están haciendo ningún favor. Al contrario, se están aprovechando de ti. Recolectan datos de comportamiento para mejorar sus modelos algorítmicos, sus IAs, sus modelos predictivos… Una fiesta. Y eres tú la que hace las acciones repetitivas que permiten recolectar todos esos datos. A cambio de estímulos que generan respuestas de satisfacción inmediata -a.k.a. dopamina. Todo ese rastro de datos que generas con tu actividad en redes es oro molido para estas empresas. (No sé por qué me vienen a la cabeza imágenes de gallinas en jaulas, poniendo huevos por encima de sus posibilidades).

Como este es un tema que me preocupa, siempre acabo leyendo sobre ello, de una manera u otra. Y un día me topé con este artículo, que cuenta cosas muy interesantes.

Alan Jacobs habla sobre los esfuerzos para restaurar el común atencional -el que tenemos como grupo en las obras de teatro, los conciertos…-, y defiende que en primer lugar tendríamos que recuperar la capacidad individual para atender. Su propuesta son las cabañas de atención. Lugares físicos similares a Walden, o virtuales como los jardines digitales y blogs que pueblan los márgenes de Internet, más como un  cuartel general que como un refugio. 

Aguantar la propia soledad

Y es que la voluntad de comunicación, de conexión, está presente en toda interacción humana. Tener reconocimiento, sentirse apreciada… Forma parte de la experiencia que deseamos tener. Y buscamos tenerla cuanto más, mejor, porque es muy placentero.

De ahí que nos resulte tan fácil interactuar durante horas y horas en las redes sociales. Los casos crónicos postean compulsivamente, buscando ese circulito rojo en el icono de la app, la vibración en el móvil… 

Lo complicado estos días es encontrar silencio y aguantar sin mirar el móvil. Sin música, sin podcasts, sin vibraciones y campanitas. Porque la soledad es un estado en el que surgen preguntas y no siempre estamos con el ánimo de explorar o dar respuestas. Pero paradójicamente cada vez hablo con más personas que me cuentan que necesitan esos tiempos de silencio. Y cada vez los necesitan más, frente al horror vacui de estímulos que vivimos cada día. 

Es exactamente lo que propone la cabaña de la atención. Un lugar físico en el que te alejas de ese ruido, para poder hacer nada. En la mayoría de ocasiones se necesita un detox para poder empezar a ser funcional de nuevo.

Un inicio de solución para el extractivismo atencional

Ya lo explicaba Johann Hari en El valor de la atención: no basta con la fuerza de voluntad individual, sino que la crisis de atención ha de tratarse como un problema de salud pública. 

Mientras ese horizonte tan deseable llega, podemos tratar de zafarnos del farmeo. Ser conscientes de que estamos en esta situación, de que hay una manipulación muy fuerte por parte de las empresas para conducir nuestro comportamiento, y de que tenemos que celebrar nuestros avances y perdonar nuestros retrocesos (porque esa manipulación es muy granular, está muy bien hecha).

 En general hay que revertir esa facilidad con la que accedemos al móvil (o a internet):

  • pon una clave de desbloqueo más larga y quita el reconocimiento facial y/o la huella dactilar para el desbloqueo
  • deja el teléfono en otra habitación durante las actividades rutinarias (cocinar, asearte, comer…)
  • si puedes, deja el teléfono fuera de la habitación por la noche
  • desinstala las apps de redes sociales. No te preocupes, puedes acceder a ellas desde el navegador
  • utiliza un bloqueador de apps. Screenzen es de momento el que más me ha gustado, pero Forest también está majo. 
Y simultáneamente, hay que hacer de nuestra cabaña de la atención un lugar al que resulte fácil ir, que nos dé placer mental, en el que nos sintamos bien. Prepárate ese rincón -físico o virtual- con aquellas cosas que sabes que te gustan. Te estás reconstruyendo, así que date algunos caprichos. 

(necesita continuidad y edición)

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