Sobre todo porque el algoritmo (o los algoritmos diversos) de las redes sociales no buscan que yo (o quien quiera que sea) me comunique mejor, sino que si pueden capitalizar mi permanencia en la red de dos maneras mínimo, mejor para ellos.
Para que te vean en redes sociales, las redes sociales buscan dos cosas: que gastes dinero para comprar visibilidad, y que generes una cantidad ingente de datos, sea mediante publicación constante, polémica o reconocimiento social. Esta última -la generación de datos- es la que más me preocupa, porque hace muchos años ya me leí un libro super interesante de Sandy Pentland, investigador del MIT llamado Social Physics, y planteaba que los datos eran el nuevo «oro», y que teníamos que ser conscientes del valor de esos datos que generamos, llegando a proponer la necesidad de prestar consentimiento para que «farmeen*» esos datos, y tener una contraprestación económica. Nuestra conducta en redes arroja petabites diarios de datos estadísticos, de los que se están infiriendo comportamientos individuales y colectivos que se usan para diseñar desde campañas de marketing a productos y servicios. A estas alturas nuestro comportamiento de enjambre ya está bastante definido. Pero seguimos usando las redes alegremente, sin tener consciencia de lo que eso implica.
Entonces… quienes sepan extraer conclusiones y aprendizajes de esos datos (big data, lo llaman) puede tratar de influir y modular o MANIPULAR el comportamiento. Con los tiempos que corren, esa manipulación es egoísta y no busca el bien común, me temo.

Entonando el mea culpa
He sido muy usuaria de redes sociales -en concreto de Facebook-, y ahí como todos he encontrado comprensión y amistad. Pero también estaba en ese punto de autoengaño -lo necesito por trabajo, la visibilidad me hace falta, tengo un archivo de ideas ahí, los contactos que he hecho… – y no hice mucho al respecto cuando el escándalo de Cambridge Analytica o tras ver El Dilema Social. Simplemente, dejé de usarlo cuando se enmierdó –enshittificación como concepto-, y de ahí a cerrar la cuenta que tenía hace casi veinte años tras la victoria de Trump y la pleitesía de los tecnooligarcas.
Le he dado a Zuckerberg muchísima información, más allá de la broma que suelo hacer -saben cuando voy a cagar por la triangulación, el acelerómetro que indica la posición del móvil, el sonido de fondo que captan con el micro y el ratito que echo mientras estoy poniendo de mi parte en este mundo. Mis ideas -sociales, políticas y artísticas-, mis relaciones -desde la infancia a las que surgen por serendipia hasta que la serendipia estuvo bajo su control-, y mis soluciones. Los hábitos, las imágenes, los gustos y apetencias…
Casi es obsceno, ¿no crees?
El caso es que de ahí me he salido. Ahora solo uso Bluesky, pero tengo ahí también un comportamiento compulsivo. Su diseño es calcado del de Twitter -aunque tiene mejorías en cuanto a la capacidad del usuario para bloquear a perfiles molestos. Sigue siendo un scroll infinito, una recompensa aleatoria, y últimamente ya huele a trending topic -cosa que me enfada bastante, porque ya me han pastoreado bastante.
Así que me he instalado una app que se llama Screenzen, con el compromiso personal de no hacerme trampas al solitario y mirar Bluesky desde la tablet o el ordenador. En el fondo es una desintoxicación en toda regla. Reaprender a vivir con mi cerebro -tengo una camiseta que dice «I miss my pre-internet brain». Ya te contaré qué tal me va.
Todo esto viene a cuento de que tampoco la newsletter es un formato que me convenza del todo. Como las redes sociales, se acaba perdiendo el contenido en el mail de las personas. Voy a usar más el blog, lo que implica que los temas serán más diversos que el visual thinking. En algún momento la web -casi recién diseñada- tendrá que pasar por una reestructuración, pero de momento lo que se vuelve mutante es la intención del blog. El visual thinking pasa de ser tema a ser herramienta, y aquí se hablará -se escribirá (se dibujará)- de muchos otros temas. Al final es la idea inicial, usar el dibujo como herramienta de pensamiento.
Hala, ya lo he soltado. Nos leemos.
* Farmear es en jerga videojueguil la repetición de una mecánica para obtener una recompensa. Un sinónimo de recolectar, con un matiz negativo.
2 comentarios en “No quiero trabajar para el algoritmo”
Me parece fantásticas todas las acciones que estás haciendo!!!
Yo solo he salido y cerrado twitter… facebook hace años que no la miro, pero no la he cerrado!!! Por qué??? Me has dado la idea de cerrarlo! Estoy en Bluesky e intento incluir editores, escritores, perdiodistas, gente de la cultura y amantes del cine. A veces hay cosas interesantes y no veo propaganda.
Instagram aún lo utilizo, poco es como punto de contacto para la fotografía, que fuerte y no me atrevo a cerrarlo, es increible! Me indigno a mi misma!
Me encanta el blog que estas iniciando, nos hemos de organizar y cambiar las formas de comunicarnos. Estamos perdiendo la capacidad de concentración, nos están embutiendo de propaganda, rapideza y superficialidad.
Felicidades y ánimos!!!
Hola Cris! Creo que cada una tiene que encontrar su ritmo y su manera de hacer las cosas, sin que nos presione lo que hacen otras. No todas las situaciones son iguales. Lo interesante es que abramos ese proceso de reflexión, y nos preguntemos honestamente por qué estamos donde estamos, y si es necesario estar ahí.
Yo no he cerrado Instagram todavía, y probablemente no lo haga. Dejaré la cuenta muerta como muchos han hecho en Twitter.
Como alternativa a Instagram hay una comunidad muy interesante en el fediverso en Pixelfed, huele a Instagram antes de que la comprara Meta.
De todos modos, el mejor lugar para encontrarse es el mundo real, y tú has abierto uno de los mejores nodos posibles <3 Leámonos! Un abrazo enorme