(Esta es una entrada un poco off topic, pero necesaria para establecer un mejor futuro)
Acabo de leer una newsletter de Bosco Soler, de Sin Oficina, en la que va directo al tobillo: ¿se puede ser creador de contenido sin usar las redes sociales?
Y esa es una cuestión que me ronda la cabeza muy a menudo últimamente. He sido gran usuaria de redes sociales durante muchos años, casi ciudadana o sierva de Facebook desde el 2007, Pinterest, Instagram, Twitter… Y creo que como muchos, estoy llegando al hartazgo.
Durante un tiempo tuve una tienda en Etsy en la que vendía mis micropaisajes. Y el primer año fue muy bien, la verdad. Tuve ventas que no pensé que podría hacer (¡hola Los Ángeles, Michigan y Australia!), pero con la llegada del nuevo CEO las cosas cambiaron a peor, porque decidieron aplicar los modos de acción de las redes sociales a un negocio que hasta entonces funcionaba bien.
Pasamos a ser siervos del algoritmo, y teníamos que adaptar nuestras descripciones de producto y nuestras fotografías a los mandatos que dictaban, y que cambiaban cada seis meses. También desviar tráfico desde las redes sociales hacia Etsy (patas arriba el Pinterest, Instagram, Facebook, publicando cada poco…). Publicar fotos según unas directrices concretas, luego con la fiebre de los vídeos hacer videos cortos del proceso de producción… Una locura, especialmente si no se vendía producto seriado, sino producto único. En la fiebre del oro se hizo rico el que vendió las palas.
Mientras tanto en Facebook se daba la paradoja de la cámara de eco, en la que no podías encontrar opiniones discordantes a la tuya y de la que iban desapareciendo contactos con los que el algoritmo no propiciaba interacciones por ser poco polémicas o no ayudar a alimentar el monstruo del mainstream. Poco a poco perdí el contacto con gente a la que había cogido mucho cariño, porque dejaron de aparecer en mi muro. ¿Para qué me servía entonces Facebook?
Con las redes sociales hoy día y la creación o destilado de contenido tengo esta misma sensación. De tener que estar trabajando para que otros se lo lleven crudo. Comprar palas para buscar oro, cada vez más caras las palas en términos de tiempo, atención y profundidad cognitiva. No quiero una internet en la que las personas quepamos cada vez menos porque todo son escaparates, embudos de ventas, marketing de escasez y bots haciendo el idiota.
Así que llegada a este punto, más quemada que la moto de un jipi –porque no, no voy a estar haciendo vídeos de veinte segundos sobre algo que me cuesta un mundo estudiar, y no, no voy a contar mi vida para aumentar los me gusta– he decidido que estaré en las redes sociales lo justo para desviar tráfico hacia aquí, el blog.
Porque tú que vienes aquí a leer, a enterarte de cosas. Con interés por lo que pienso y descubro, a interactuar, a enviarme tus palabras de aliento o tus críticas, te mereces algo más que una plaza privada llena de alboroto, ruido y buhoneros vendiendo potras. Si yo pongo mis ideas y mis cosas en esa plaza, vas a tener que hacer un esfuerzo sobrehumano para enterarte y retener algo de lo que te cuento. Y mereces respeto y tiempo. El mismo que tú me das cuando vienes aquí a interesarte por mis cosas.
Sé que esta decisión me perjudicará -podría hacer las cosas de otra manera, para aumentar el tráfico de esta web en poco tiempo- pero es una cuestión de principios y alineamiento con mis valores. Confío en que hagas boca-oreja para que mis ideas lleguen a quienes les pueda interesar, es el marketing más honesto que hay.
Así que bienvenida, bienvenido a este rincón en la internet 2.0, que espero que llegue a ser como las webs de los noventa, en las que podías encontrar muchas, pero muchas cosas. Soy así de vieja, empecé a navegar por internet en el año 1995 y tengo muy buenos recuerdos de esa época.
Elena Madrigal habla de jardines digitales, en los que cultivar ideas. Me parece un concepto precioso y que voy a adoptar. ¿Te vienes?
Deja un comentario