Esta es una cuestión recurrente cuando hablo con profesores, ya que no todos los colegios o institutos tienen pizarras blancas, amén de que el gasto en rotuladores puede ser infame. La pizarra negra es maravillosa, porque es baja tecnología. Tan sencilla como usar una servilleta y un lápiz para explicar algo.
Y eso es a lo que aspiramos: a simplificar la vida para que la energía esté puesta donde tiene que estar, en pensar mejor y en establecer conexiones, buscar patrones o idear nuevas maneras de acceder a la información de la que disponemos. No sé a vosotros, pero a mí no me sirven las soluciones que requieren una curva de aprendizaje demasiado pronunciada para los resultados que se obtienen -al menos la mayoría de las veces, o para los estadios iniciales de pensamiento/creatividad. Un papel debería ser suficiente.
En fin, que a lo que íbamos. Una pizarra negra lo mola todo, pero tiene un tremendo inconveniente: es difícil trabajar en ella porque el color de las tizas no es muy intenso. La pizarra es una entidad sucia por naturaleza, es polvorienta y en los inicios de curso ayuda a los estornudos y a la «raspureta» (que es como mi abuela llamaba a la tos seca, pequeña pero insistente, que te carraspea la garganta). En definitiva, un lío.
Entonces… ¿cómo nos lo montamos?
Como siempre, una pizarra mínimamente planificada va a ser mejor aliada que algo recién inventado, que nos fuerce a borrar más de lo necesario. Y a partir de esta planificación podemos idear nuestro enfoque.
En una pizarra negra -como en una blanca- se corre el riesgo de la monotonía. Si toda la información que ponemos tiene el mismo peso visual, difícilmente vamos a poder establecer la tan ansiada jerarquía conceptual. El fondo negro con elementos en blanco no ayuda, es mucho más difícil hacer destacar nuestros conceptos cuando esta es la situación.
La manera en la que establecemos jerarquías visuales es utilizar distintas categorías para organizar la información:
– Tamaño
– Posición
– Color/textura
TAMAÑO
Aquí siempre recomiendo pensar en cómo se plantea una página de periódico. Tan solo se usan palabras y algunas líneas de separación, y podemos tener una idea de qué noticias hay, cuáles se consideran más importantes, y unas pinceladas acerca de lo que cuentan. Mágico, ¿verdad? Pues aprovechémonos de esa idea.
El tamaño sí importa en el visual thinking. Ergo, lo que sea importante ha de ir grande.
Si estamos planteando un mapa mental, su nodo central puede resolverse con un dibujo que sirva de anclaje visual, o con una palabra escrita a buen tamaño o rotulada. Las ideas secundarias y las de tercer nivel tienen que tener menos tamaño, obvio. Incluso podemos usar las mayúsculas o las minúsculas para reforzar esa jerarquía.
POSICIÓN
La posición -de la que ya hemos visto un apunte en el párrafo anterior- también determina la jerarquía visual. Aquí hago un inciso para traer la necesaria distinción entre sistema y secuencia. Sistema es estático, secuencia es dinámico. Es decir, en la secuencia tendremos una variable temporal que no ocurre en el sistema.
Una explicación de diversos factores que llevan a un evento -siempre pienso en la IIGM- funciona bien en una «raspa de pez» que permite no sólo disponer los distintos factores que la provocaron, sino también situarlos en el tiempo, e incluso distinguir arriba y abajo del eje central. No creo que funcionara tan bien en un mapa mental, básicamente porque no hay una secuencia de eventos, no hay algo que ocurra antes o después o algo que desencadene y otra cosa que sea consecuencia. Es decir, en un mapa mental TODO está al mismo nivel temporal, y ramifica desde el centro hacia los lados. En una secuencia reflejaremos la sucesión de hechos sobre una línea.
COLOR
Si necesitamos color, las tizas de colores son grandes aliadas. Mejor es emplear poco y de manera significativa (blanco/rojo, blanco/azul), para destacar las partes que realmente lo requieren, que usar toda la caja. Evitemos hacer una ensalada de colores. Esto es muy confuso.
El color debería aportar otra capa de significado, no es un mero adorno. Por tener tanta carga cultural y perceptual, hemos de ser conscientes de que al usarlo estamos manejando una posibilidad significativa de información.
También podemos dibujar con pastel de color. Igual sale más cara la salsa que los caracoles, pero hay temas que lo piden desesperadamente. Las hay por buen precio en tiendas de Bellas Artes, y a veces traen a los supermercados algunas que si bien son algo duras, nos pueden hacer la función.
Si necesitamos resolver una pizarra que requiera distinguir información de manera muy visual (estoy pensando en perfiles geológicos, o estratos) y no tenemos colores a mano, os propongo las siguientes texturas:
Hay una ventaja intrínseca en las pizarras negras que no tienen las pizarras blancas (aparte de que podrías dibujar con un trozo de escayola), y es que puedes usar la tiza en posición plana. Esto hace una diferencia sustancial al jerarquizar los textos, ya que los títulos o ideas principales pueden hacerse naturalmente grandes sin tener que padecer rellenando las letras o comprando rotuladores de punta extra ancha.
Creo que de momento, como píldora, esto se parece más a un gelocatil de un gramo que a una pastillita pequeña, pero tenía que abordar estas tres cuestiones. Seguro que volveré, sobre todo si me contáis vuestras experiencias con las pizarras negras. Acordaos de no vestiros de negro, o de llevar bata blanca 🙂
2 comentarios en “Píldora de Visual Thinking: mi pizarra es negra, ¿cómo me lo monto?”
Qué artículo más interesante! Me ha encantado!!! Muchísimas gracias por compartirlo, María!!! Estoy segura que lo utilizaré en clase, aunque en mi caso, tengo pizarra blanca… estoy deseando leer más❤️
Maravilloso! La pizarra blanca abre mucho campo, la verdad 🙂 Creo que lo esencial es entender la superficie sobre la que escribimos como un campo de «juego y experimentación», más allá del mero registro de información.
A mí es donde me hizo clic la cabeza 😀
Un abrazo!
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