Quizás es la crisis de los cuarenta, o la perspectiva que te dan esos veinte años desde que encaras el futuro con lo que has aprendido bajo el brazo -casi como un pan de recién nacido- hasta que lo usas como escudo, espada y azadón, para abrirte camino y defender posiciones, para establecer un entorno en el que poder cultivar y hacer crecer ideas que has atesorado prácticamente desde el principio.
A veces he tenido esa sensación. Vivir en una zona rural te obliga, en muchos casos, a no especializarte. Tus clientes demandan de ti un abanico de destrezas en las que te tienes que desempeñar con mejor o peor suerte, y acabas dándote de alta en un montón de epígrafes de Hacienda, y teniendo tres o cuatro prefijos en la facturación para que no te vengan a inspeccionar por tratar de dar servicio y que sea rentable.
Pero también esto es síntoma de una manera de entender la vida: ser polímata, tener multitud de intereses -en ocasiones muy divergentes- y tener la capacidad de desarrollarte bien en varios de ellos. También llamados multipotenciales, somos personas que podemos pasar por inconstantes, ya que tan pronto hacemos una cosa como otra, y buscamos ese subidón de haber encontrado un nuevo campo de conocimiento que todavía no hemos explorado.
Como todo en esta vida, tiene su lado oscuro: la sensación de no acabar de aprehender del todo, de no profundizar lo suficiente, es gasolina para el síndrome del impostor. Y en muchas ocasiones es difícil explicar qué motivación hay detrás de esta disparidad, con la consiguiente frustración por sentirte incomprendido.
Qué hacer para sobrevivir a la multipotencialidad
No tengo una receta para tener toda esta diversidad bajo control, pero en estas ocasiones suele funcionar tratar de ir con la corriente. Si en lugar de intentar domarnos, doblegarnos, entendemos la fuerza que poseemos, es probable que seamos capaces de ver un patrón en los diferentes intereses. Un poco la filosofía «abraza el caos», ¿verdad?
Haz una lista de lo que te gusta, de lo que te ha interesado los últimos años, o desde la infancia incluso. Pon cada interés en un papelito y juega con ellos a establecer relaciones, a buscar un hilo conductor, una red tejida a base de búsquedas y encuentros. Fíjate también en las cosas que parecen fuera de lugar, porque esas te pueden dar pistas de los hiatos en la estructura, o de posibles nuevos nodos de aprendizaje.
Creo que una vez que has podido vislumbrar ese patrón de interés puedes orientarte para entenderte. De ahí a husmear en los «hábitos atómicos» para poder determinar cómo establecer una rutina agradable que te permita crecer -o establecer periodos de tiempo y prórrogas para aprender o profundizar en algo- queda un paso. Yo tendré en cuenta mi ciclo menstrual, que hace que mi humor y mi focus sea muy distinto con cada fase, pero habrá quien tenga que entenderse desde los ritmos circadianos, los estacionales, o las circunstancias que le condicionen.
A modo de conclusión
A corto plazo creo que yo no tengo opción de especializarme o enfocarme en algo concreto, deberé seguir ofreciendo multitud de respuestas distintas. Intentaré que sigan formando un poliedro, a estas alturas hacer una ruptura es complicado (pero no imposible). A medio plazo necesitaré hacer algo muy distinto para tener esa divergencia que hace que esta maquinaria polímata funcione. Y la duda está en si ese algo muy distinto será un hobby o un trabajo, o algo que me absorba tanto que lo demás pase a un segundísimo plano.